jueves, 10 de septiembre de 2009

Las Amargas Lágrimas de Natalia Rodríguez


Las imágenes de las grandes competiciones deportivas a nivel mundial nos dejan estampas para todos los gustos. De todas las que nos ha deparado el Mundial de atletismo de Berlín en el pasado mes de agosto me quedo con la de la carrera de 1.500 m femeninos donde la tarraconense Natalia Rodríguez fue desposeída de un título que, sin duda, le correspondía. Y es que la carrera, esa carrera que debió haber vencido, nos mostró una situación que se da muchas veces en nuestras vidas. Está claro que el deporte refleja esas mismas tesituras a las que nos obliga a enfrentarnos nuestra existencia. Natalia se encontraba corriendo en el tramo decisivo, en la contrarrecta donde comienzan los acelerones que culminarán con la recta final. Delante de ella, Gelete Burka -otra de las favoritas- se echó a su derecha, perdiendo la cuerda y dejando un espacio por el que Natalia Rodríguez vio la posibilidad de pasar. La española venía con mucha más fuerza que la etíope y trató de superarla, momento en el cual Gelete trató de mover su cuerpo hacia la izquierda de una forma antinatural para cortar su progresión. La torsión hacia su izquierda, junto al choque con Natalia provocó la caída de la africana que había desnivelado su cuerpo en su intento de cerrar el paso a la tarraconense. Rodríguez la superó, no sin antes perder una posición con respecto a sus competidoras y de estar a punto de caerse ella también, y terminó venciendo a sus contrincantes con la superioridad de la campeona del mundo (la mejor) que, sin lugar a dudas, es en la actualidad. Y la vida, sí, también la vida nos muestra idénticas situaciones. Vemos claro cómo alguien afloja el pistón, deja un espacio por su derecha por el cual nosotros -a mayor velocidad, fundamentada en un mayor esfuerzo, una mayor exigencia- tratamos de pasar. Y entonces, llega el cierre violento de aquel que ha ido más despacio, que se ha quedado, que ya sólo puede usar mendaces artimañas, sucios subterfugios, para tratar de detener nuestra imparable progresión. Pero, en la vida, al colocado por delante aún le quedan más zancadillas, más mentiras, más manipulaciones, para disimular que se ha quedado, que ya no es quien dice ser, que sólo le queda colocar obstáculos en la trayectoria de quien hace tiempo le superó pero que aún no ha logrado el reconocimiento de aquellos encargados de reconocerlo.
Será cuestión de tiempo que la hermosa Natalia Rodríguez nos regale campeonatos -el próximo, de Europa, en Montjuic el próximo año- y esperemos que sea pronto que se reconozca en la vida real a quienes se les ha parado el reloj y quienes luchan denodadamente por estar al día y responder con calidad e inteligencia encuentren que sus esfuerzos no resultan en vano.
En el momento de redactar estas líneas, leo con profundo estupor que los organizadores del mitín atlético de Zurich han vetado a Natalia. Según ellos, con esa hipocresia propia de ese país neutral "por temor a la reacción del público". El presidente de la Federación Española, José María Odriozola, lo tiene más claro y afirma que temen que se les estropee el sarao que han preparado para la segunda clasificada en la carrera y campeona Jamal. ¡Qué vergüenza!