lunes, 29 de noviembre de 2010

Cuestión de estilo



EDWIN MOSES


Acapulco, Gijón.

Viernes 26 de noviembre de 2010.


En la música, como en la vida, todo es una cuestión de estilo. Hay quienes son elegantes, los hay también zafios. Los auténticos, los falsos. Los mediocres, los brillantes. Los sinceros, los embusteros. Al final, arrieritos somos y en el camino nos encontramos. Una gama de personajes con los que lidiar de la misma manera que desde el Festival de Cine se ha logrado. Podrán resultar bien o mal, pero el balance siempre viene marcado por la ansiada diversidad que nos salva y nos estimula. En ese contexto, dejarse abrazar por la música de los gijoneses «Edwin Moses» resulta un lujo para los oídos (siempre que no te toque uno de esos especímenes festivaleros incapaz de dejar de hablar a gritos en la hora y pico de actuación). Porque en esta vida, como me dijera hace muchos años un profesor en la EGB, lo importante es tener personalidad. Por encima de todo y de todos. ¿Quién iba a adivinar que un tipo como Pedro Vigil al frente de los ruidosos y poco ponderados «Penélope Trip» de principios de los 90 iba a ser capaz de esto? Más de una docena de músicos sobre el escenario. Una sección de viento para pasmar al más pintado: tres saxos tenores, un saxo barítono (¡la primera vez en más de mil quinientos conciertos que veo uno en vivo!), una saxofonista con saxo alto, un trompeta. Como en el filme de John Cassavettes, una noche de estreno en toda regla. Y, lo más difícil, lograr que todo sonara de lujo. Porque «Edwin Moses» consiguen ser el santo y seña de lo cool. Son... brillantes. De acuerdo, tanto trasiego de músicos desperdiga la atención, el necesario ritmo de concierto, pero es que en cada una de las piezas logran crear una pequeña joya donde se abrazan estilos en pos de una nueva configuración del soul tan brillante como sorprendente. Más allá de los propios límites del estudio, escuchar revisitados muchos de sus temas supone reto y estímulo. Y es que cuando se suman talento y personalidad, el balance resulta demoledor. Obvio. Y nada ni nadie, ni los avatares de la vida, ni las circunstancias del momento pueden derrotarlos. Así sea, por mucho tiempo. Aunque haya a quien le escueza.


MANOLO D. ABAD


Publicado en el periódico "La Nueva España" del 28 de noviembre de 2010 http://www.lne.es/sociedad-cultura/2010/11/28/cuestion-estilo/1000488.html