jueves, 26 de enero de 2012

Por las calles vacías

"Por las calles vacías"

Lo había conseguido, no cabía duda. En la noche de luna nueva, la ciudad encerrada sobre sus propias tinieblas envolvía a Sonia Bengoa con el abrigo de un viento que aún recogía los ecos de su exitosa presentación. Ni un alfiler cupo en la librería donde el cuarto libro de su fulgurante carrera se había mostrado como el próximo éxito editorial. Despliegue de medios, allí estaban todas las televisiones posibles; despliegue de famosos, allí estaban todos los nombres habidos y por haber; despliegue de desconocidos, provistos de un ejemplar para una agotadora firma de los mismos en cincuenta minutos para hinchar el ego del más modesto. Sonrió, ufana, mientras paseaba disfrutando de cada paso y de la noche vacía y oscura. Veinticinco años, una nueva muesca en un currículum para envidiar. Pensó en cuál podría ser el siguiente paso, cuál podría dejarle satisfecha. La vida era una carrera de obstáculos que ahora se presentaba ante los ojos de Bengoa como la contrarrecta del circuito más rápido: había que acelerar más a fondo, más aún si cabe de todo lo que lo había hecho antes. Resopló disfrutando del abundante vaho que salía de su boca y sus pasos comenzaron a discurrir más rápido. ¿Quién iba a reírse ahora de aquella adolescente de anchas caderas que apenas si probó los labios de algún regordete baboso? ¿Quién podría echarle en cara haber dejado la Universidad antes de matricularse en el tercer curso? Precoz excepto en una sexualidad apenas intacta por una mala noche de alcohol tres años antes en que, tras dos torpes penetraciones de un sudoroso borracho, terminó escocida, sangrando, y remató la noche confesándose en un retrete con su propio vómito. Había superado esa esclavitud, se había convertido en una heroína cuyo único deseo era engrosar su currículum con la palabra "éxito" escrita en cada uno de los escalones que le conducirían a lo más alto del olimpo cultural. 

La niebla comenzó a adueñarse de la noche en el momento en que Sonia debía atravesar el parque tras el cual llegaría a su recién estrenado apartamento. Había encontrado un pisito de alquiler en la zona vieja de la ciudad, con un ambiente familiar donde se mezclaban artistas de todo tipo. El lugar ideal para que la esponja de Bengoa absorbiese toda su atmósfera creativa. Los focos de las farolas se filtraban entre los vapores de una niebla cada vez más tupida. Pudo escuchar unos pasos tras ella y el mismo nivel sonoro permaneció durante varios metros. Las zancadas se acompasaron con el ritmo del corazón de Bengoa, que iba alterándose a cada metro. Dejó atrás el estanque y supo que pronto se acabaría el parque. 
 
El resto del relato puede leerse en el número 4 de la revista "Al Otro Lado del Espejo", págs. 35-41 http://issuu.com/alotroladodelespejo/docs/aolde04?mode=window&backgroundColor=%23222222