miércoles, 22 de febrero de 2012

"La eternidad, ahora"

"La eternidad, ahora" 

La muerte de Enrique Sierra el viernes 17 de febrero pasado supone la desaparición de uno de los protagonistas principales y más talentosos de la movida madrileña que revolucionó el rock español a principios de los años 80. Fundador de los seminales Kaka de Luxe donde aportaba el contrapunto musical (él era el único que dominaba su instrumento, la guitarra, con la suficiente destreza) frente al elemento intelectual y arty de Alaska y Fernando Márquez, Sierra era conocido a finales de los 70 como Sir Henry por su aspecto más heavy que nuevaolero. En 1979 se embarca con los hermanos Auserón, Javier Pérez Grueso y Herminio Molero en un nuevo proyecto: Radio Futura. Con ellos desplegará toda su versatilidad como guitarrista, en especial en el período más crítico del grupo, la travesía en el desierto discográfico (debido a los problemas surgidos con su primera discográfica Hispavox) entre la edición de su primer álbum "Música Moderna (1980) y su segundo "La ley del desierto/La ley del mar" (22 de febrero de 1984), en los que Radio Futura se convirtió en una maquinaria de rock de guitarras con un directo sensacional. En ese mismo período, el grupo asturiano Modas Clandestinas -que les había teloneado en Avilés- se pone en las manos de Enrique Sierra para que les produzca en los míticos estudios madrileños Doubletronics su segundo trabajo, el maxi single "El Quitamanchas", que incluía además de la susodicha, "KO Erótico" y "Guía del Odio". Para el grupo de Lugones, la aventura con Sierra supondría un aprendizaje en el estudio inédito, una experiencia insólita en tiempos de descubrimientos y hallazgos.
Disuelto Radio Futura en 1992, Sierra se une a Luis Auserón y a la que se convertirá en su compañera Pilar Román en Klub, poco valorado en su día, conducido por el riesgo y la ambición creativa, radicalmente alejados del camino hacia la nada emprendido al abrazo del rock latino de Juan Perro. Sierra se volcaría más tarde en su estudio de grabación, e inquieto como pocos, dedicó esfuerzo e ilusión a las nuevas tecnologías, siempre bajo el rumbo de las señas de identidad de unos tiempos que hoy parecen no haber existido, dominados por la creatividad desde casi el vacío, la libertad ante todas las cosas, el crecimiento personal bajo el prisma del aprendizaje y el ansia de vivir con intensidad. Lecciones que hoy parecen olvidadas por generaciones que confunden a Joaquín Sabina como miembro de la Movida, cuando el de Úbeda era precisamente uno de los adversarios (los progres) de aquellos modernos que tan bien representó Enrique Sierra.
MANOLO D. ABAD