lunes, 24 de junio de 2013

Crónicas de Vestuario 2


Crónicas de Vestuario. –
“Italianízate”
Vaudí es un brasileño que lleva endulzando con su música el corazón de los asturianos desde hace muchos años. Su última gira se titulaba “20 años brasilizando” y este proceso pero a la inversa es el que se lleva produciendo en la selección de Brasil desde hace décadas. Resultaba curioso comprobar en su enfrentamiento contra Italia cómo habían adoptado un estilo similar al de la selección que tenían enfrente. Salieron en tromba, presionando con sus delanteros, con un estilo físico y aguerrido más parecido al que solemos adjudicar a los italianos. Si hubiésemos contemplado el banquillo de los pentacampeones del mundo, no nos hubiéramos extrañado tanto: en pie, Luiz Felipe Scolari y, agazapado en una esquina, Carlos Alberto Parreira. Con ellos, Brasil ha dejado de ser definitivamente la Brasil que asombró al mundo en la final de 1970… precisamente frente a Italia, destrozándola con aquel memorable 4-1. Recordemos: Carlos Alberto Parreira dirigía al combinado brasileño que consiguió ser campeón en 1994 desplegando el fútbol más raquítico y alejado del legendario jogo bonito. Desde luego, lograron pasar a la historia, a la más negra, imponiéndose a Italia (otra vez Italia) en la final gracias a la tanda de penalties. De Scolari, otro tanto, paradigma del conservadurismo, entrenador con fama de timorato y alérgico a los cambios –no se pierdan sus gestos a un medio cojo André Luiz pidiéndole que siguiera- y que también logró título mundial con la canarinha en 2002, edición recordada por los garrafales errores arbitrales, que beneficiaron a su selección (turcos y belgas deben tener buenos recuerdos de él). Errores, por cierto, que también aparecieron en este tercer encuentro de la fase previa de la Copa Confederaciones…
Scolari, más conocido como Felipao, parece tener esa flor en ese sitio que decían que poseía el seleccionador español Miguel Muñoz. Obligado, a regañadientes, a sustituir al lesionado defensa del Chelsea, incorporó al emergente zaguero del Bayern Dante –sí, sí, nombre de italiana literaria referencia al infierno- y fue éste quien resolvió el atasco con ese gol que todos los equipos desean: en el último suspiro antes del descanso. Pudo así Brasil afrontar el resto del partido a la contra, como más le gusta a Felipao y darle a la desorientada Italia de su propia medicina. Digo desorientada porque su seleccionador Cesare Prandelli pretende instaurar un concepto cercano al español, de toque exquisito, “brasilizado” si me apuran, pero le faltan mimbres más allá del ausente Pirlo. Y así, en este mundo futbolístico al revés, de brasileños “italianizados” y de italianos “brasilizados”, avanzamos en esta Copa Confederaciones camino del esperado duelo final, que todos conocemos y que, supersticioso que es uno, no recordaré hasta que sea real.
MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 24 de junio de 2013