lunes, 30 de septiembre de 2013

Identidad


Crónicas de Vestuario. –

“Identidad”

Hay días en que, como cantaba Nacho Vegas, es mejor no salir de la cama. Algo así es lo que le sucedió al Real Oviedo en una de esas nefastas tardes que pesan mucho sólo si se convierten en un recuerdo constante, el de todo lo que pudo haber sido y no fue. Tantas vueltas, tantos dimes y diretes sobre la defensa y sus circunstancias lo que han acabado por conseguir es que el equipo azul pierda la alegría que le dotaba de ese tono diferencial en una categoría donde lo que mandan son conjuntos aguerridos, afilados como el Coruxo. El equipo del barrio de la zona de playas de Vigo, como bien me puntualizó mi primo Fernando Rolland, es un cuadro pegajoso, de líneas juntas que no dejan descanso al contrario y una experiencia cuyo emblema es su capitán Antúnez, perro viejo capaz de cometer un penalti aprovechando la espalda del árbitro y la lejanía del asistente.
Agobiado, cohibido por su lastre defensivo, el Real Oviedo fue incapaz de someter al conjunto gallego al ritmo donde le hubieran podido vencer: el de las penetraciones por banda, el de las combinaciones y movimientos ofensivos de desmarque, el de una constancia incansable de búsqueda del gol. Pero no, atrapados en sus precauciones defensivas, los azules fueron incapaces de mostrar esa alegría de los inicios de temporada, el único antídoto eficaz contra conjuntos como los que se va a encontrar el Real Oviedo en este tránsito desértico de la 2ª B, que van a ser muchos, y probablemente todos los de la clase alta así. Porque, miren ustedes, a uno no le importa encajar tres goles si es capaz de meter cuatro, o cinco, o los que hagan falta para vencer. Supongo que esto no se ajusta mucho a ciertas ortodoxias que mandan en el mundo del fútbol. Me da igual. Quizás haya que cambiar ciertas reglas y saltárselas para conseguir ese soñado ascenso, para ser uno mismo sin importarnos el resto y comunicar a la grada azul la ilusión con la que proveerse en estos tiempos inciertos, ya superada la zozobra, a la busca del lugar del que nunca debió desaparecer.
Porque así no. En este encogimiento de equipo que ha renunciado a las bandas, al ritmo, a la velocidad, no vamos a encontrar nada más que ramplones ceros-a-uno no siempre a favor como hoy; en una de esas derrotas que duelen por lo que han supuesto de renuncia a una identidad que parecía capaz de seducir, de lograr, como en un último vals, conseguir a ese amor imposible que ya se daba por vencido.

MANOLO D. ABAD
Publicado en la edición papel del diario "El Comercio" el lunes 30 de septiembre de 2013