sábado, 11 de enero de 2014

CTA

Vetusta Blues. –
“CTA”

CTA son las siglas del Consorcio de Transportes de Asturias, la entidad que gestiona el billete único que permite moverse por la geografía del Principado en tren y autobús. Por toda Asturias excepto por Oviedo.

Cuando se interpone la política a las soluciones que benefician a los ciudadanos de a pie entramos en ese lodazal de intereses ajenos a la población. Durante unos años he sido un usuario habitual de este billete, personalizado en una tarjeta que se renueva cada mes, y sólo puedo hablar maravillas de él. Tiempo y dinero que se ahorran para quienes utilizamos el transporte público, que me permitía desplazarme a mi trabajo en Gijón y por la villa del Piles con comodidad y rapidez. Sin embargo, en Oviedo, no. En la capital del Principado se encontraron desde su equipo de gobierno razones suficientes para hurtarle a la gente una posibilidad de ahorro tanto económico como de tiempo. Un error que a día de hoy lastra a la ciudad, a sus vecinos y a quienes se desplazan desde otras poblaciones. Todo por el empeño en trasladar una confrontación política a un campo donde son los ciudadanos los principales heridos. En ese teatro amañado de palabrería hueca, de política vana y vacía y de perjuicio a los usuarios de los medios de transportes públicos es en el que nos hemos movido los ovetenses en estos años de funcionamiento del billete único.

En los últimos meses la situación se ha invertido y han comenzado unas negociaciones para incorporar a la ciudad en el billete único. Una sabia decisión que, sin embargo, se encuentra en esa fase kafkiana de la eternización del asunto. Penetramos en “El Castillo” de Franz Kafka y aquí todo son trabas, idas y venidas, reuniones que sólo conducen a una nueva nada, casi como lo que lleva camino de suceder con la plaza de toros ovetense. Nos introducimos en un túnel donde el problema permanece atascado, sin solución, mientras el tiempo discurre, ajeno e implacable para que nada cambie. Un limbo peor aún que un enfrentamiento directo, en el que se trata de llevar al olvido perverso, que sólo resucitará en los encendidos discursos de una nueva convocatoria electoral.

Y no. Esto no debería ser así, aunque, por desgracia, parezca la rutina en la que nos hallamos, mientras el ciudadano contempla, cansado, harto, con estupor, cómo las decisiones importantes sobre su realidad diaria no llegan. Pónganse a la labor, negocien y muestren que uno de los fines principales de la política –quizás ya olvidado excepto en tiempo electoral- es solucionar los problemas de los ciudadanos y hacerles la ya de por sí dura vida en algo más llevadero.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 11 de enero de 2014