sábado, 24 de enero de 2015

Frixuelos eléctricos y penicilina


Vetusta Blues. –“Frixuelos eléctricos y penicilina”


Aún quedan cuatro meses para las elecciones y la batalla política se antoja más enconada que nunca. Todos a la busca de un lugar bajo el sol. Una batalla cruenta en la que nada vale y donde todo sirve. Nada vale para encontrar un resquicio de razonamiento frío y desprovisto de intereses partidistas. Todo sirve para descalificar al contrario; en ocasiones, hasta al propio compañero. La lucha a garrotazos de la sintomática pintura de Goya encuentra en este período, cada vez más dilatado, un escenario apto para la ausencia de análisis y reflexión.

El hastío me supera. Contemplar un espectáculo donde se mezcla la tómbola en la que no debe faltar ese perro-piloto de señuelo para la ciudadanía, con el cruce de descalificaciones entre unos y otros, se me antoja demasiado cansino en esta semana de días oscuros y lluvias pertinaces. Es en días como éstos en los que disfrutar de la música en vivo se convierte en una necesidad. Hoy, sin ir más lejos. Aunque los últimos sábados la magnífica serie “El Comisario Montalbano” me ha retenido en casa, éste no va a ser igual. Tocan Johnny Penicilina y los Frixuelos Eléctricos, una de las formaciones asturianas menos reconocidas y más trabajadoras, garantía de rock, electricidad y diversión allá por donde actúan. Rock callejero, de una verdad aplastante que necesito en estos días donde la mezquindad política me satura al máximo. Ellos representan la verdad del rock, ese que se parte el pecho cada noche en locales de pequeño aforo y que logra convencer con cada acorde, su repertorio original (empiezo a estar también harto de grupos-tributo y aprovechados impostores sucedáneos) y su singularidad. Encabezados por un tipo como Johnny –cercano a la quinta de Neil Young- pura pasión por el rock y un excelso gusto musical, respaldado por un guitarrista de la clase y el dinamismo de Alfonso Fernández y la sólida base rítmica de Maxide y Gus, nunca obtendrán el beneplácito de premio musical alguno, pero sí el suficiente calor de un público que ha hecho rentables sus tres álbumes. Si ellos representan la verdad, premios como los Amas –que les han eludido con pertinaz insistencia- son el emblema de la mentira. Les han ignorado con tal descaro que resulta inconcebible que no sientan vergüenza. Bueno, ahora que lo pienso, no son los únicos, pues la lista comienza a ser demasiado larga, casi tanta como los intereses creados que –la pela es la pela, el negocio más aún- han ido creando alrededor de unos premios cada día más sucios. O si no, que se lo digan a los magníficos Peralta, que tras firmar uno de los álbumes del año “Time, purpose and gold” (no sólo en Asturias, en toda España, como bien reflejan multitud de listas en diversas publicaciones) se han quedado también fuera de toda nominación. A ellos, como a los enormes Johnny Penicilina y los Frixuelos Eléctricos les queda el hacernos vibrar en noches de rock´n´roll como la que hoy espero disfrutar en Oviedo cuando llegue la medianoche. El resto sólo son frágiles estatuillas para alimentar vacuas vanidades y engrosar las ganancias de empresarios de dudosa calaña.


MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 24 de enero de 2015