domingo, 2 de agosto de 2015

Las canciones de nuestras vidas

 

Vinilo Azul. –

Las canciones de nuestras vidas”


Pablo Moro me honra con su invitación para una entrevista en la emisión debut de su programa en RPA “Esperando que pare” –cada domingo como hoy a las 8 de la mañana- en la que hablaremos de tres canciones importantes en mi vida. Difícil elección para quien la música supone un espacio fundamental en su vida. Me cuesta elegir entre tantos temas, entre tantos momentos clavados a fuego en la memoria que salen a la luz tantas veces con el sonido de una canción.

En sus últimos artículos antes de morir, Francisco Umbral insistía en su idea de una juventud perdida que se enroscaba en una banda sonora de su vida sin querer interesarse por nada más. Poco imaginaba el gran escritor madrileño que la situación se transformaría en algo mucho peor. La música dejaría de suponer algo en las vidas de una gran mayoría, para convertirse en un ruido de fondo, a ser posible reducido a un ritmo básico donde no cabrían ni sentimientos ni memoria. Desprovistos de ese nexo, los seres humanos han empezado a ser clones de sus propios robots, sin ser capaces de sentir emoción, sin poder evocar la memoria, su memoria, que es la que les devuelve a parte de lo mejor de la vida.

Tuve que seleccionar tres canciones entre cientos que tantas experiencias vitales me traen a la mente. Tiempos de apuro, días de dudas, momentos placenteros, instantes mágicos… todos aguardan una señal que abre una puerta al compás de una canción. La soledad doliente del “Alone again or” de Love –y la gran versión de los Damned-; un estreno en Oviedo para contemplar en los cines Brooklyn el biopic de Oliver Stone junto a ella enfundada en su abrigo verde al sonar “Love her madly” de los Doors; el concierto en Londres de Nick Cave & The Bad Seeds en 1993 en Brixton Academy, perdidos en las calles de la capital inglesa bajo un tremendo aguacero siempre que suena “Let love in”, que el australiano errante y sus compinches estrenaron en vivo esa noche; el rechazo definitivo a una mujer que fue un grandísimo error que tanto tiempo me hizo perder y tantas lágrimas derramar una noche de concierto en el Festival de Cine de Gijón con Six By Seven cuando escucho “Bochum”. Son sólo algunos ejemplos personales, pero acabo por escoger “El sueño” de Nacha Pop, “Do you love me? Part 2” de Nick Cave & The Bad Seeds y “Slide off the end” de Black Swan Lane. En el tintero se queda el “It´s for you” de los asturianos Traveling Zoo, dado que el generoso tiempo radiofónico no da para más.

La canción posee esa atadura emocional con un poder superior a la poesía, al cine, a la novela o a la pintura. Puede reaparecer en cualquier momento, en el más insospechado o buscarse por nuestra propia voluntad de evocación, o incluso por la necesidad de liberar un peso emocional que al sonar el tema elegido consigue escapar de nuestro interior. Quizás a algunos todo esto les parezca algo ridículo, aunque lo que debería resultarles es preocupante. Preocupante el no ser capaces de sentir nada, preocupante el no lograr estremecerse y evocar una parte de su propio ser, preocupante discurrir por la vida como un insensible robot. Eso, y mucho más, nos entregan muchas canciones. Destapar un tarro de esencias casi como esa piedra filosofal que con tanta insistencia buscaron los alquimistas. Mientras escribo esto suena “Make me your song” de Black Swan Lane y casi creo tener a mi lado la visión de sus ojos contemplándome, ensimismada, a la vez que tecleo el último párrafo de este artículo. 

MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 2 de agosto de 2015