lunes, 11 de abril de 2016

Pírrico



Crónicas de Vestuario. -

Pírrico”


Un gol y tres puntos más. Nada más hay salvable de esta tarde futbolística donde el once azul continúa navegando a la deriva. Llevado por una espeluznante inercia, sin patrón de juego, sin ideas, sin juego, sin nada. Encontró el equipo ovetense un partenaire adecuado con el que danzar en un horrible baile de la desesperación, de la inoperancia, de una agonía ni tan siquiera maquillable por la victoria. El silencio cuando pitó la conclusión el pésimo árbitro Munuera Montero rasgaba los sentidos de aquel que tenga el corazón azul. Recordé, instantáneamente, la carta de Claudio Ranieri contando su experiencia al frente del Leicester al que va hacer campeón de la Premier por primera vez en su historia. La palabra es actitud. Y de eso adolecen los azules desde que Sergio Egea abandonó la nave azul. 



Olvidaremos una primera parte terrible: impotencia, caos, inacción. Resulta difícil definir tal desaguisado, aunque la lesión de Koné nos pueda ilustrar sobre lo que llevamos soportando. El costamarfileño se lesiona y discurren cinco minutos en los que nadie sale a calentar. Uno, que hace años se graduó como “hombre de fútbol” en muchas horas de categorías inferiores, siempre ha visto -de alevines a profesionales- cómo, ante una lesión, un jugador del banquillo sale a calentar inmediatamente. Pero no, en esta deriva sin profundidad, en este oculto pozo que lastra todas las ilusiones azules, no hubo jugador calentando. Cinco minutos después, alguien no tuvo más remedio que sacar a Borja Valle al terreno de juego. Unos estiramientos básicos y sustitución. Muy sintomático de todo lo que está ocurriendo en este equipo.



Sin actitud, sin empuje, sin ambición continuó el once azul en una segunda parte donde el Numancia fue más bien la mantequilla Soria deseada por Marlon Brando en “El Último Tango en París”. Los amigables castellanos ofrecieron sus bandas -jamás transitadas- su ritmo indolente y su total falta de actitud para que el Real Oviedo hiciera estragos y disfrutara junto a su afición de una tarde de reivindicación. Pero no. Era el tiempo de esos rondos inofensivos que tan bien se le dan a Edu Bedia, de manejar artificialmente el partido, de jugar a un futbolín estático donde nadie se ofrece al desmarque, de mover el balón en unos tránsitos de pega que no engañan a nadie. Pitos, silencio, indignación. 



El gol dio la alegría. Tres puntos más, sí. Esperanzas, pocas, muy pocas, visto el lamentable espectáculo que hemos padecido. Una victoria pírrica, como las que facturó el rey de Epiro y que darían nombre a esos triunfos de alto coste y nula efectividad. Vuelvo al silencio, inquietante, nada más terminar el choque. ¿Qué está pasando? ¿Por qué se ha matado la magia? Vemos a los responsables pasear como pavos reales mientras la desesperación se apodera de una afición que había creído que, por fin, se habían acabado los padecimientos. Pero no, alguien -todo el mundo sabe quién es- se ha empeñado en matar la ilusión, en jugar con la esperanza y las aspiraciones de ascender, de regresar al sitio que el Real Oviedo se merece por todo. Entre tanto, Esteban en el banquillo y Diegui Johannessson -que podría jugar con Islandia la Eurocopa de Naciones si hubiera un poco de decencia en los timoneles de la nave azul- en la grada. Mal, muy mal.



MANOLO D. ABAD
Fotos: J.L.G.FIERROS
Publicado en el diario "El Comercio" el lunes 11 de abril de 2016