lunes, 21 de noviembre de 2016

A medio camino

Vinilo Azul. -

A medio camino”


“Abad, se va a quedar a medio camino en la vida”, me advirtió Isaac González García, el profesor a quien más admiré y de quien más aprendí, hace ya casi tres décadas. Creo que sus palabras resonaron en los peores momentos de mi vida, en los más bajos, en aquellos donde el precipicio se veía muy cerca. Y, supongo, que esas palabras que se habían quedado grabadas en un lugar de la memoria reservado a la verdad más absoluta conmigo mismo, siguieron resonando para emprender el camino de vuelta y escalar desde el punto más bajo del barranco hasta otro más estable.

Al leer hace unos días la noticia de que el brutal asesino desalmado de Isaac González García lograba un permiso penitenciario, el dolor de esos días revivió con fuerza, con mucha fuerza, con otra fuerza distinta, la de la indignación ante tamaña injusticia. Ver que ese infame criminal podría ver la luz de la vida mientras una persona que iluminó a tantos y tantos alumnos jamás tendría la oportunidad de regresar me llenó de una tremenda desazón. Pensé en jóvenes perdidos, necesitados de una pequeña, sutil, guía por la que transitar, por la que encontrarse. En mi caso, la literatura y el cine me permitieron un asidero que -junto al musical por el que me dirigía yo solito- me embarcaron en una singladura personal donde encontré mi destino.

No era el Colegio Meres de los 80 el lugar más adecuado para un chaval que había vivido toda su formación de EGB en un colegio público tan duro y, al mismo tiempo, tan ejemplar como San Pedro de los Arcos. Me sentí perdido y fuera de sitio. Cuando llegaron las clases de Historia y Literatura con Don Isaac encontré un oasis en medio de aquel marasmo donde no me sentía nada a gusto. Luego, cuando se inició el cine-club, nos apuntamos y aprendimos mucho más. “Grupo Salvaje” de Sam Peckinpah fue la primera película sobre la que hablamos. Algo completamente alejado de los parámetros de la institución meresiana bajo la inquisitiva vara de su director Luis Valera, de quien poco bueno puedo decir. “Abad, se va a quedar a medio camino”, me dijo casi a modo de despedida en 3º de BUP. Me habían comentado al principio del curso que en 3º solían hacer en la institución un corte para subir la media del Colegio. El resto, eran expulsados en la primavera y dejados a su merced. A mis diecisiete me pareció fenomenal: una invitación para hacer lo que me diera la gana durante un curso. Dedicarme a estudiar literatura e historia. A leer, a escuchar discos, a aprender aquello que me gustaba. A probar con la escritura (aunque eso tardaría más tiempo). A vivir. Quizás el bueno de Don Isaac lo intuyó, siempre defendiéndome ante Don Luis, quien también sentía la misma admiración por él como muchos de nosotros.

Y aquí estamos, en ese medio camino, pensando en lo injusto de que se haya ido tan pronto y con tanto por enseñar -esa lucha suya por formarse a pesar de todas las circunstancias negativas contra las que tuvo que pelear- mientras ese individuo que acabó con su vida (no su obra, que pervive en sus discípulos) disfruta de un fin de semana otorgado a escondidas de su familia, en una prueba más de lo mal que están las cosas, de lo barato que resulta matar con impunidad, con crueldad y con saña. En este medio camino en el que me encuentro, querido y añorado Don Isaac, desde él, volver a darte las gracias por todo. Tu recuerdo, tus lecciones, me acompañarán siempre.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "D-Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 20 de noviembre de 2016