lunes, 30 de enero de 2017

Segunda Mano

Vinilo Azul. -

Segunda Mano”


Leo en EL COMERCIO que la librería de segunda mano “Personajes” cierra y no puedo evitar que ciertos pensamientos se ciernan sobre mi cabeza. Las transformaciones, que tantas veces creemos lentas, van produciéndose, implacables, a un ritmo sostenido. Como ese ciclista que marca un ritmo implacable y regular -al estilo Induráin que tanto se ha repetido en las décadas siguientes- y va absorbiendo escaladores, buenos estilistas que sucumben a un destino indefectible.

En Oviedo, los cines desaparecieron del centro de la ciudad como por arte de magia. Los dejamos escapar hacia las grandes superficies, donde el insoportable (al menos, para mí) olor de las palomitas niega toda posibilidad al séptimo arte de ser disfrutado en la intimidad. Casi diríase que los espectadores son unos protagonistas más, que -entre consulta al móvil, patadas al asiento de delante o conversación telefónica o en persona- echan una ojeada distraída al gran pantallón, quizás avisados por una de esas insoportables subidas de volumen que se estilan en ciertas producciones. Conservamos algunas tiendas de discos, librerías magníficas, también librerías de barrio con un buen nivel y encontramos también un respiro en las librerías “de viejo”, de segunda mano. Lugares donde encontrar aromas diferentes, en los que satisfacer una curiosidad distinta: la de hallar joyas, no de las preciadas por especuladores, sino la de las perlas que, por alguna razón, significan, significaron o creemos que significarán algo para nosotros.

La compra-venta espontánea y el trueque, que tantos fines de semana me salvaron. En tiempos sin trabajo ni esperanzas, me deshice de algunos cds y vinilos con los que poder salir por la noche. Me acercaba a La Bomba Records y vendía. Ahora cuando hallo algunos de segunda mano pienso en cómo habrán sido las historias de sus antiguos dueños. Años antes, cada jueves, gracias al gran Manolo Carou, pinchaba cada jueves en el Paddock, en la calle Rosal. Un día se pasó por allí un chaval que, tras tomarse una caña, sacó de su bolsa un montón de vinilos en perfecto estado, con su funda de plástico y todo. Los observé con detenimiento, tratando de mantener mi rostro circunspecto, sin señal de emoción, porque aquello tenía pinta de ser un chollo. Cuando nos dijo que 500 pesetas por cada uno, ni el bueno de mi tocayo pudo disimular. Los vendió todos. Así estuvo viniendo durante un mes en que la provisión de vinilos, tanto para el Paddock como para mi colección, fue amplia y de gran calidad. Luego, no aparecería nunca más.

Hace unos meses, mi madre me dijo que le pidiera al gran Falo, propietario de otra emblemática librería de segunda mano de Oviedo, si habría la posibilidad de que encontrase algo de Gabriel Miró. Unos días después, mi querido Lauren García, que fue quien me lo presentó, me trajo un par de ejemplares del olvidado escritor alicantino. Sí, ya sé que me vendrán todos los más avezados en Internet con los nombres de referencia para hallar estos volúmenes. Pero, creo, que si seguimos así, si dejamos escapar el encanto de estos lugares, pronto nos pasearemos por paisajes tan desoladores como los del actual Detroit. Y ya no habrá tiempo, ni será el momento, de lamentarse.

MANOLO D. ABAD
Publicado en el suplemento "D-Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 29 de enero de 2017