jueves, 7 de septiembre de 2017

Plagas y maldiciones



Crónicas de Vestuario. -

Plagas y maldiciones”


No nos cansamos de recordarlo y, en esta columna, lo hemos hecho en más de una ocasión: la Copa no es el torneo del Real Oviedo. Es su competición maldita. La maldición se remonta a la primera temporada del equipo en Primera División -el primer once asturiano que jugó en esta categoría, por cierto- la 1933-1934. El conjunto azul se plantó en semifinales contra el Valencia. En el encuentro de ida los azules se impusieron por 0-2 en Mestalla. Todo parecía a favor de cara al partido de vuelta en Buenavista, pero ocurrieron varios hechos que conducirían a la derrota y al inicio de este infortunio. El entrenador -Emilio Sampere- decidió que no jugara Gallart, mientras los valencianos llegaban con un cuadro de reservas. Por su parte, la directiva azul -henchida de euforia- tomaba la decisión de subir una peseta el precio de las entradas, lo que motivó que la afición se negase a pagar un duro y apoyar al equipo en aquel partido histórico. Gradas vacías, relajación azul y triunfo ché por 1-3, siendo, además, la primera derrota oviedista en esa temporada. De modo que la Copa se ha cobrado su deuda, pertinazmente, durante más de ochenta años. ¿Cuándo terminará esta maldición? ¿Habrá que pasar el agua o concelebrar algún ceremonial así para acabar con ella? 



La otra maldición, ésta más reciente, se ha manifestado en forma de plaga de lesiones. Las hay de todo tipo y condición. Si fueran musculares todas ellas, quizás podríamos achacar algo al cuerpo técnico, pero cuando a un jugador como Patrick Hidi le pisan justo en el sitio peor o, como ayer, Edu Cortina se disloca un brazo, uno empieza a buscar espíritus negativos como si ello dependiera de un parapsicólogo.



Volviendo a lo futbolístico, el once azul pagó su atolondrada salida -toda una especialidad en los ya superados tiempos con Fernando Hierro al frente- y el Numancia, que siempre arranca con fuerza las temporadas desde que Jagoba Arrasate está al frente, no desaprovechó su oportunidad. El conjunto de Anquela trató de reaccionar, liderado por un Ramón Folch cada vez más asentado, potente, poderoso. Al grupo de destacados se sumó un Yeboah bullidor, con ganas y profundidad, además de una visión futbolística muy vertical que, a pesar de que aún necesite acoplarse con sus compañeros, ya dejó un camino abierto a la esperanza. Para no variar en esta tendencia a la que se ve abocado el Real Oviedo, abandonaría en los minutos finales con problemas en un muslo. Cotugno es otro de los que va a más, atreviéndose más en ataque y mostrándose contundente atrás. Lo mismo que un Mossa que volvió a ser aquel que había sido considerado la temporada anterior como el mejor lateral izquierdo de la categoría. Un jugador que ofrece múltiples variables en una zona donde, si logra compenetrarse con Saúl Berjón, puede producir verdaderos estragos. Menos mal que Forlín sí que dejó detalles de su categoría, además de ser un futbolista con mucha más versatilidad que el resto de centrales azules.



Entre lo malo, un Valentini que palideció incluso ante el canterano Prendes y un Rocha gris, además de un Miguel Linares en un estado de histeria total que hace aumentar su desacierto. Y para prueba el pésimo lanzamiento del penalty en el segundo acto. La falta de puntería es otro de los puntos donde los azules flojean y en el que ha de haber una mejoría lo antes posible.



Vísperas del derby más deseado. Y es que una generación de asturianos se ha perdido estos encuentros y la ansiedad por vivirlos entre los más jóvenes -sobre todo, los azules, que se han arrastrado tanto tiempo por el barro entre las más crueles chanzas de esos vecinos que ahora piden con descarada hipocresía “rivalidad sana”- hacen del partido del sábado uno de los más especiales de cuantos hayan jugado los dos “eternos” en toda su dilatada historia de enfrentamientos. Es de desear que todo discurra sin incidentes graves y que, al final, podamos olvidarnos de maldiciones y plagas ante un conjunto como el sportinguista que llega líder, invicto e imbatido, con su puerta a cero, y dando buenas sensaciones. El choque de los eternos rivales irreconciliables está servido. Eso que algunos nunca creyeron volvería a suceder. Pues, bien, sea cual sea el resultado, ya está aquí de nuevo, como una bendita lección de supervivencia azul para la historia del fútbol.

MANOLO D. ABAD
Reportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS